Érase una vez en… Hollywood | Año 1969, Rick Dalton es una estrella de westerns de televisión, cuyo show ha sido cancelado; está en horas muy bajas, y tiene serios problemas de alcohol. Cuando comienza la película un productor le aconseja que vaya a Italia a rodar algunas películas (spaghetti western) que remocen su imagen y carrera antes de volver a actuar en una producción de Hollywood. A todas partes le acompaña Cliff, su doble en las escenas de acción, que además es su amigo y su chófer. Tiene por vecinos a Roman Polanski y su encantadora esposa Sharon Tate, ahora en avanzado estado de gestación.
Tarantino vuelve a rendir homenaje al cine de aquellos años tan decadentes, y vuelve a sacar petróleo allí donde otros no encuentran más que cactus, polvo y piedras: viejas series de televisión, carteles con una estética desnochada, la enésima parodia de James Bond -y ni de lejos una de las buenas, a pesar de estar protagonizada por Sharon Tate y Dean Martin-; el mundo en que se sitúa es muy próximo al real, Hollywood en 1969, en el que casi todos los detalles, personas, lugares, producciones son reales, pero donde otros muchos son ficción; Tarantino mezcla alegremente ficción y realidad y su película, como antes Malditos bastardos y Django desencadenado, sorprende cambiando sucesos que el espectador conoce bien.
Érase una vez en… Hollywood tiene una realización pulcra, mimada, llena de cariño por un cine y unos estudios que no volverán; una obra llena de alusiones que harán las delicias del cinéfilo; una obra que tiene un reparto espectacular pero que sostienen muy particularmente Brad Pitt y Leonardo DiCaprio en su mejor momento. Una obra en la que Tarantino resulta comedido, tanto en el metraje como en la violencia, tras los excesos de sus dos últimas películas.