David Fincher adaptó una novela de Chuck Palahniuk en esta película que se inicia como sátira social y, sin perder rasgos satíricos y trazos de humor negro, se desarrolla como un drama psicopático urbano con crisis existencial.
La acción es narrada en primera persona por su protagonista en un absorbente proceso de catarsis, nihilismo y masoquismo escapista que conduce su vida hasta la autodestrucción y la alucinación. La continua y confesional voz en off nos acerca de forma íntima a sus reflexiones.
La acción es narrada en primera persona por su protagonista en un absorbente proceso de catarsis, nihilismo y masoquismo escapista que conduce su vida hasta la autodestrucción y la alucinación. La continua y confesional voz en off nos acerca de forma íntima a sus reflexiones.
Crea el film una compleja abstracción violenta de lucha contra un sistema de etiquetas y rutina inane de consumo y apariencia. Los diálogos son afilados, las interpretaciones notables y visualmente el film posee estilo sin sacrificar la narración.
Le sobra demagogia en planteamientos superficiales de costumbres y organización en un espacio post-moderno, pero resulta convincente en acerar el retrato de un alienado que busca liberar angustias y en la advertencia sobre evitar el descontento social, caldo de cultivo para extremismos configurado aquí con un peligroso método de terror de carácter fascista.
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